Migrantes venezolanos toman un descanso durante su caminata a través de la Selva de Darién desde Colombia a Panamá, con la esperanza de llegar a Estados Unidos. Foto AP/Iván Valencia
Migrantes venezolanos toman un descanso durante su caminata a través de la Selva de Darién desde Colombia a Panamá, con la esperanza de llegar a Estados Unidos. Foto AP/Iván Valencia

8 de ago. (Dow Jones) -- Las nuevas medidas de control fronterizo de la administración del presidente Joseph R. Biden han disminuido los cruces ilegales, pero millones de refugiados venezolanos en toda América Latina, muchos de ellos dirigiéndose al norte, aún representan un desafío para Estados Unidos.

     Más de 7.3 millones de venezolanos han abandonado su país, lo que los convierte en el mayor grupo de refugiados, por delante de los ucranianos y sirios, quienes huyeron de sus patrias devastadas por un sistema político autoritario e incompetente o la guerra.

     Alrededor de 6.4 millones se han asentado en América Latina, de acuerdo con un informe reciente de Migration Policy Institute. Muchos están ahora en movimiento, escapando de la crisis económica de Venezuela o de los países a los que fueron, desalentados por la falta de empleos y, en algunos casos, por la franca hostilidad con la que fueron recibidos. Más que cualquier otra nacionalidad, los venezolanos están huyendo al norte a través de América Central y muchos están tratando de cruzar la frontera entre Estados Unidos y México a pesar de las consecuencias más duras, de acuerdo con los datos del gobierno.

     Las autoridades panameñas esperan que el número de migrantes venezolanos que busquen cruzar el llamado Tapón del Darién en Panamá, un corredor crucial para los venezolanos con destino a Estados Unidos, llegue a 200 mil personas este año, 50 mil más que en 2022. Eso sería la mitad de las 400 mil personas, de diferentes países, que las autoridades migratorias panameñas esperan que lleguen este año. El año pasado el total, incluidos los venezolanos, fue de 284 mil.

     “Estamos huyendo de nuestro país, corriendo para encontrar un medio de vida”, dijo Eusebio Castillo, un venezolano de 41 años, en el borde del Tapón del Darién recientemente.

     Castillo, quien se dirige a Estados Unidos, dijo que ya intentó vivir en Ecuador y Colombia antes de darse por vencido. Sin documentos de trabajo, dijo, apenas podía llegar a fin de mes.

     “Ni siquiera puedes vivir día a día. Vives una calamidad”, agregó Castillo, un ex sargento del ejército. “Quiero un trabajo estable, un trabajo digno”.

     Las medidas fronterizas de la administración Biden están diseñadas para redirigir a los migrantes lejos de la frontera y a favor de varias opciones legales para ingresar a Estados Unidos. En general, las medidas han tenido el efecto deseado. Los cruces fronterizos ilegales han disminuido desde el 11 de mayo, cuando expiró una medida de la era pandémica conocida como Título 42 y que autorizaba al gobierno estadounidense a negar el ingreso a su territorio de migrantes solicitando asilo por la emergencia sanitaria que desató la covid-19.

     Pero un programa que la administración lanzó en enero dirigido específicamente a migrantes de tres llamadas autocracias, Cuba, Nicaragua y Venezuela, no ha funcionado tan bien para los venezolanos como lo ha hecho para las otras dos nacionalidades.

     Bajo ese programa, los posibles migrantes pueden solicitar mudarse a Estados Unidos con un permiso de trabajo de dos años, siempre y cuando encuentren un patrocinador privado, un camino destinado a resultar más atractivo que tratar de cruzar ilegalmente. Aunque los venezolanos han hecho uso de ese programa, 78 mil aún han intentado cruzar ilegalmente desde que apareció la propuesta, en comparación con poco menos de 10 mil cubanos y aproximadamente cinco mil nicaragüenses.

     Los migrantes venezolanos dijeron que los intentos de ingresar ilegalmente reflejan su desesperación y la pobreza que afecta en su país a la mayoría de las personas. Incluso, una ligera mejora en la economía venezolana en 2022 resultó de corta duración. Una economía dolarizada de facto hace que sea difícil para los venezolanos pobres llegar a fin de mes. La mayoría de los venezolanos, quienes ganan en moneda local, luchan con la inflación que, de acuerdo con los economistas, supera 400%.

     Otros habían considerado durante mucho tiempo que su desplazamiento era temporal, pero ahora están descartando la idea de volver a casa.

“Estamos en un momento en que muchos venezolanos se están dando cuenta de que pueden ser desplazados para siempre, y algunos están buscando oportunidades en las que tal vez la vida podría ser un poco más fácil en el futuro”, dijo Andrew Selee, presidente de Migration Policy Institute, un grupo de expertos no partidista de Washington, DC, y coautor de su reciente informe.

     A medida que las personas pierden la esperanza de poder regresar, dijo Selee, llegar a Estados Unidos es una opción más atractiva. Los empleos son más abundantes y lucrativos, lo que hace posible enviar dinero a familiares en Venezuela, donde un tercio de los hogares dependen de las remesas para sobrevivir, de acuerdo con Inter-American Dialogue en Washington. Las relaciones congeladas entre los dos gobiernos significan que los venezolanos que no son elegibles para el asilo en Estados Unidos no pueden ser deportados fácilmente a su país de origen. Cuantos más venezolanos tengan éxito en Estados Unidos, dijo Selee, más se corre la voz a otros con la esperanza de intentarlo.

     En mayo, Melany Melesio, de 18 años, se unió a un grupo de vecinos de su ciudad natal de Maracay, en el centro de Venezuela, y caminó por el Tapón del Darién.

     Embarazada de cinco meses y luchando por sobrevivir con los 20 dólares que ganó como vendedora, dejó su país porque dijo que quería que su bebé creciera en Estados Unidos.

     “Quiero que tenga una vida mejor, una educación”, dijo. “Quiero darle todo lo que nunca tuve”.

     El grupo de derechos humanos Proiuris, con sede en Venezuela, dijo que se espera que más de 300 mil venezolanos abandonen su tierra natal este año.

     “Todavía hay un flujo que no ha terminado”, dijo Francisco Coy, viceministro de Relaciones Exteriores en Colombia, donde vive alrededor de 45% de los venezolanos exiliados en América Latina.

     La presión de los venezolanos se puede sentir arriba y abajo de América Central y en México. Ha sido particularmente desafiante para las autoridades mexicanas, porque muchos venezolanos viven temporalmente en su país mientras esperan una cita de asilo en la frontera u otro camino para ingresar a Estados Unidos.

     Un fallo reciente de la Corte Suprema impidió que los funcionarios mexicanos detuvieran a los migrantes que cruzaban México ilegalmente durante más de 36 horas. Al igual que Estados Unidos, México no puede deportar a la mayoría de los venezolanos porque su gobierno local no acepta vuelos de deportación.

     Los venezolanos que son deportados de Estados Unidos son enviados al sur de México en avión o autobús, una medida disuasoria que tiene como objetivo evitar que se concentren en comunidades a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México.

     A mediados de marzo, México dejó de detener a migrantes con destino a Estados Unidos de países como Venezuela al ingresar por la frontera sur del país con Guatemala, y comenzó a transportar a los recién llegados a otras partes del país. El objetivo ha sido evitar concentraciones en comunidades fronterizas como Tapachula, donde las familias se han congregado bajo un puente y han dormido a la intemperie en medio de la basura.

     Más de cuatro mil migrantes al día han estado cruzando al sur de México desde Guatemala desde que Estados Unidos puso fin en mayo al Título 42, la política de inmigración de la era de la pandemia, de acuerdo con grupos de ayuda a migrantes y funcionarios gubernamentales. Esa cifra incluye a unos mil 600 venezolanos.

     “Actualmente estamos trabajando para tener una migración más ordenada en nuestra frontera compartida”, dijo Roberto Velasco, director para América del Norte de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México. Pero, agregó, será crucial a largo plazo mejorar las condiciones de vida en Venezuela porque el estatus quo no es sostenible.

 


Fecha de publicación: 08/08/2023

Etiquetas: Venezuela Biden