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28 de oct. (Puente News Collaborative) -- Nuevos comienzos surgen en los lugares más inesperados.
Para Enock Méndez y su amigo Deriube Moreno, recién llegados de Nicaragua, ese resurgir ocurre en un par de sillas alquiladas en una peluquería bien iluminada en la ciudad de Milwaukee, no lejos de donde se celebraron la convención republicana y un evento de campaña demócrata el verano pasado.
“Dejé atrás todo lo que conocía: mi familia, mi carrera, todo, pero sin duda valió la pena”, dijo Enock, de 22 años, exestudiante de biología marina y ahora empleado en varios trabajos, desde cortar cabello hasta limpiar la cede de la convención. “Lo volvería a hacer porque una vez que cruzas la frontera, las posibilidades son infinitas”.
Donald Trump, el candidato presidencial republicano, frecuentemente arremete contra la supuesta política de “fronteras abiertas” del presidente Joe Biden y la vicepresidenta Kamala Harris, hoy la candidata presidencial demócrata, acusándolos de permitir que una “invasión” de nuevos migrantes, como Enock “infecte” a la nación estadounidense. Trump ha centrado gran parte de su campaña en la promesa de deportar a tantos migrantes como sea posible de los 11 millones de indocumentados que viven en su país.
Sin embargo, en el estado de Wisconsin y en otras entidades claves que decidirán al nuevo presidente estadounidense en noviembre, el voto podría depender de una verdad pocas veces mencionada: una vez cruzada la frontera, los recién llegados como Enock y Deriube son una fuente vital de mano de obra y energía renovadora para las comunidades donde se establecen, aunque en ocasiones vilipendiada.
Al emitir sus votos, estos electores, tanto nacidos en el país como naturalizados, equilibrarán en estos estados cruciales las inquietantes y a menudo exageradas imágenes de una “frontera rota”, con la creciente necesidad de sangre nueva y sueños nacientes. La decisión electoral que tomen podría definir al vencedor de la elección.
“No importa lo que pasa en la frontera, una transformación ocurre cuando los migrantes llegan a su destino. La demanda por ellos es inmensa”, dijo Armando Ibarra, politólogo y experto en demografía de University of Wisconsin-Madison. “La retórica antiinmigrante contra la realidad son dos cosas distintas. Pero aquí, de alguna manera, coexisten”.
Los inmigrantes de hoy, como los que los precedieron, son vistos como villanos o víctimas, dependiendo de quién los observe.
Considerados pioneros, llamados luchadores.
En Milwaukee, a lo largo de la costa sureste del lago Michigan y por las carreteras rurales que cruzan las tierras agrícolas de Wisconsin, los recién llegados están revitalizando vecindarios antiguos y pequeñas ciudades que antaño albergaron inmigrantes de Alemania, Polonia, Serbia, Irlanda y otros países.
Están rehaciendo el tejido laboral y social del corazón de Estados Unidos aun cuando la diversa y a veces fracturada comunidad latina del país —de unos 65 millones y en rápido crecimiento— lucha por alcanzar su pleno poder político.
Claro que, los recién llegados, tanto legales como indocumentados, no pueden votar. Incluso muchos latinos con décadas en el país carecen de papeles y por lo tanto del derecho al voto. No obstante, aunque representan menos de 4% del total en Wisconsin, los aproximadamente 115 mil votantes latinos registrados, en su mayoría de ascendencia mexicana, podrían ser decisivos en una elección muy cerrada.
Las encuestas muestran una contienda reñida en siete estados clave, incluido Wisconsin.
“Puede que los latinos no sean una gran parte del electorado en Wisconsin, pero sin duda pueden inclinar la balanza en una contienda cerrada”, dijo Sergio González, profesor de historia a Marquette University y quien se ha especializado en estudiar a la comunidad latina de Wisconsin. “Creo que lo mismo se aplica en otros estados en disputa que están bajo la lupa”.
“Este no es Arizona, Texas o California con electorados latinos considerables”, agrega. “Pero ese número no es necesario para marcar la diferencia en un lugar como Wisconsin”.
Entre los otros seis estados clave, los latinos representan aproximadamente 18% del electorado registrado en Arizona y 17% en Nevada, pero solo 3% y 4% en Michigan, Pensilvania, Georgia y Carolina del Norte.
En los barrios de clase trabajadora del sur de Milwaukee, el porcentaje del voto latino para candidatos demócratas cayó hasta 8% entre 2016 y 2020, dijo Charles Franklin, director de encuestas de la escuela de derecho de Marquette University.
Trump ganó Wisconsin por menos de 23 mil votos en 2016. Biden derrotó a Trump en el estado por menos de 25 mil votos. La fuerza demócrata reside en la ciudad de Madison y sus alrededores, la capital del estado, y en Milwaukee, donde vive la mayoría de los latinos.
Cómo votarán en noviembre o si acaso lo harán los latinos en la entidad es todavía una incógnita.
Al igual que el resto del país, ese grupo electoral menciona la situación económica como su principal preocupación. Al igual que los otros electores, muchos aquí sopesarán las imágenes de la supuesta aglomeración de migrantes en la frontera con sus propios intereses económicos, sociales y familiares.
“Se han integrado económicamente y piensan que los beneficios no deben ir a los recién llegados”, dijo Mauricio Zermeño, de 53 años, nativo de la Ciudad de México quien se mudó a Milwaukee en los años noventa y ahora es copropietario de un negocio de transferencias de dinero. “Pagamos impuestos y seguimos las reglas”.
En Milwaukee, la mayoría de los latinos viven en zonas que alguna vez fueron hogar de inmigrantes de Europa Central o Europa del Este.
Restaurantes con nombres evocadores de lugares lejanos están cerca de iglesias católicas dedicadas a santos de Polonia, Ucrania y otros lugares. Camiones de comida venden tacos y otros platillos típicos.
Aquí, como en muchas comunidades urbanas, la delincuencia y las adicciones son parte de la vida cotidiana, aunque los residentes dijeron que la situación ha mejorado. Equipos paramédicos y especialistas en adicciones de grupos privados ofrecen consejos, el medicamento Narcan y asistencia en las esquinas para quienes la requieren.
Los indocumentados no han podido obtener licencias de conducir en Wisconsin desde hace doce años. Pero en una tarde reciente de un lunes, el estacionamiento del supermercado El Rey Foods, el más grande del vecindario, estaba lleno de autos y vehículos deportivos utilitarios nuevos.
Familias enteras se agolpaban en las puertas de la tienda para luego evaluar lo los mangos y otras frutas recién llegadas de México y abarrotaban los mostradores de carnes que vendían los cortes más apreciados al sur de la frontera. Los trabajadores de lecherías cercanas y sus familiares se unen a la multitud los fines de semana, llegando en coche desde esas granjas del oeste.
Alexandra Guevara, directora de comunicación de Voces de la Frontera, un grupo defensor de los derechos de los inmigrantes, comenta que en Wisconsin “es muy común” que estas personas “vivan en las sombras”, debido a un “sistema de inmigración roto”.
“Están menos integrados en la comunidad debido a los riesgos que enfrentan”, agregó. “Es parte del estilo de vida en Wisconsin”.
Afuera del supermercado, una mujer de mediana edad quien se identificó como María vende perfumes y diversas baratijas mexicanas, como delantales e íconos religiosos, incluyendo imágenes de la Virgen de Guadalupe. María ha vivido en Milwaukee durante 27 años, todos ellos sin documentos.
En algún momento intentó regularizar su estatus migratorio, pero se desilusionó por la lentitud del proceso y los altos honorarios de los abogados de inmigración. En lugar de insistir, cuenta que “le di a este país dos hijos maravillosos nacidos en Estados Unidos. Mi hijo estudia en Marquette y mi hija es dueña de un negocio.”
A sus 54 años, María dijo que “todavía sueño con regresar a México” con los ahorros que ha juntado para “comprar mi casa y vivir mis mejores días en mi patria.” No ha vuelto a su país desde que llegó en 1997.
Pequeñas casas, bien cuidadas y con sillas y bancas en los porches delanteros, se alinean en las calles cercanas. En algunos de esos porches ondean banderas estadounidenses, en otras mexicanas o centroamericanas, y en algunos casos ambas.
No es ningún secreto entre los líderes empresariales de Wisconsin que muchos empleados, en empacadoras, restaurantes, granjas lecheras y plantas industriales, no cuentan con autorización legal para trabajar en Estados Unidos. Algunos trabajadores obtienen sus puestos tras presentar documentos falsos que sus empleadores, consciente o inconscientemente, aceptan, mientras que en empresas más pequeñas raras veces se los solicitan. La promesa de buenos salarios es una gran atracción, incluso con los duros inviernos.
En julio, el gobernador de Wisconsin, Tony Evers, citando datos de U.S. Census Bureau, dijo que el salario promedio en el estado ronda los 34 dólares por hora, uno de los más altos de Estados Unidos. La participación de los adultos en la fuerza laboral es cercana a 65%, lo que supera en tres puntos el promedio nacional.
“Algunos argumentarían que lo mejor para estas industrias es mantener a los trabajadores en las sombras”, dijo Ibarra, el académico. “Lo llamamos un secreto a voces, donde el estatus migratorio y la documentación rara vez se cuestionan en el trabajo.”
John Rosenow, cuya familia lleva más de 175 años produciendo leche en Wisconsin, estima que casi todos los 30 mil trabajadores de las granjas como la suya son inmigrantes. Los estudios sugieren que cerca de tres cuartas partes de estos trabajadores carecen de documentos.
“Que aprueben una reforma migratoria integral, lo cual el Congreso no hará, o que no hagan cumplir las leyes de inmigración,” dijo Rosenow sobre las opciones para los agricultores. “Si no podemos llegar a un nuevo acuerdo, dejemos que el mercado defina las necesidades laborales. Simplemente no hagan cumplir la ley.”
Como muchos otros granjeros, Rosenow dijo que no puede encontrar estadounidenses que quieran trabajar en su granja, ni siquiera por 20 dólares la hora. Actualmente, 13 de sus 18 empleados son mexicanos, muchos de ellos familiares provenientes del estado de Veracruz. Recientemente, inmigrantes de Nicaragua han estado ocupando muchos de los trabajos agrícolas en el estado.
El discurso antiinmigrante generó interrupciones en los trabajos que debían realizarse durante el primer mandato de Trump, “lo que provocó una grave escasez de trabajadores en toda la industria. Cuando la gente se dio cuenta de que eran solo palabras, muchos empezaron a regresar.”
Muchos de los recién llegados tienen citas en la corte para sus peticiones de asilo y pueden trabajar mientras avanzan sus casos. Otros cruzaron la frontera sin documentos legales, a menudo pagando miles de dólares a los contrabandistas.
Ya han enfrentado a bandas criminales, funcionarios corruptos que exigen sobornos y duras travesías por tierras baldías. Ahora enfrentarán los inviernos del norte de Estados Unidos. Muchos, aunque no todos, aseguran que no planean regresar.
Miguel Pérez, de 30 años, y su esposa pagaron 25 mil dólares a contrabandistas para cruzar el río Bravo, dejando a su hijo pequeño al cuidado de un familiar en México. Vendieron su coche y otras pertenencias, además de pedir dinero prestado a familiares y amigos para cubrir la mitad de los gastos por adelantado.
Seis meses después de su odisea en Estados Unidos, la pareja ha saldado su deuda con los contrabandistas y ha comenzado a ahorrar. Miguel recientemente dejó de trabajar de 12 horas diarias en un food truck debido a los largos trayectos hasta los sitios de su trabajo, desde su vecindario en el sur de Milwaukee. Encontrar otro empleo no será un problema, dijo.
Mientras él espera, su esposa sigue trabajando largas jornadas en una empacadora en Milwaukee. Su vida gira en torno a ese trabajo y a las pocas cuadras alrededor de la habitación que alquilan. No queda tiempo para mucho más.
“Cruzar la frontera fue lo más difícil y costoso,” dijo Pérez, mientras conversa en la acera frente a la tienda fronteriza donde trabajan varios nicaragüenses. “Pero una vez que cruzas, descubrimos que aquí hay trabajo para todos.”
Fecha de publicación: 28/10/2024
Etiquetas: EUA eleccion presidencia Trump Harris voto latino